“Levántate y escribe”, me dijo la muerte,
sentada a los pies de mi cama,
paseando su mirada por mi cuerpo adormilado.
“Voy y vuelvo”, me dijo , y salió,
mientras yo buscaba un lápiz y anotaba:
“Quiero morir reconfortado :
como el corazón de aquel niño extraviado
que por fin recuerda el camino a casa.
Sin espanto , como el temple del silbido
de un campesino reuniendo a sus caballos
en medio de la niebla .
Sin aspavientos ni fanfarrias :
como un pájaro que vuela a favor del viento
en algún risco de Rumena «
“No más de 11 líneas”, me había dicho la huesuda.
Así es que aquí estoy , esperándola,
no sea que me vuelva a quedar dormido
y ella se aproveche de las circunstancias.