Oriundo de este pequeño pueblo de la VIII Región, que sólo tiene 35 mil habitantes, Ruiz era de los pocos lugareños que había ido a la universidad. No obstante, los años en Concepción no fueron argumento suficiente para separar su corazón de Curanilahue. Por lo mismo, cuando volvió para ejercer la docencia sabía que sobre sus hombros tenía la responsabilidad de ayudar a las futuras generaciones de la localidad. El problema era cómo.
Sin proponérselo y tal como contó en una entrevista que dio para el programa Contacto de Canal 13, “yo estaba excepcionalmente en Santiago, en una galería donde se iba a inaugurar una exposición de pintores jóvenes. Esos muchachos venían de Antofagasta y abrieron la muestra con un concierto de música barroca, interpretado por ellos mismos. Eso fue un impacto muy grande, porque las personas que tocaban eran adolescentes y no había visto entonces tocar a gente de esa edad. Además, tenían uniformes y eran de un colegio. Inmediatamente, pensé en Curanilahue, en mi pueblo tan pobre, tan lejano y me imaginé que algún día nuestros niños podrían tocar algún tipo de música como la que estaba escuchando allí”.
Los primeros pasos
En 1995, entusiasmado con la idea, pero sin muchas herramientas para ejecutar su plan, el director del Liceo Mariano Latorre realizó una jugada maestra. Con paciencia y después de varios trámites, consiguió que la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción, a más de 100 kilómetros de distancia, visitara Curanilahue. Fue el momento en que las piezas comenzaron a calzar. Conoció a Américo Giusti, un prestigioso violinista que ya había hecho algunos trabajos educativos en la VIII Región. Si Ruiz era el depositario del sueño, Guisti estaba destinado a hacerlo realidad.
Luego de un par de palabras, vino la pregunta del millón: “¿Cómo va a financiar esto?” Consultó el músico penquista. Y la respuesta fue simple. “No sé, pero presentaremos el proyecto, yo sé que habrá alguien dispuesto a apoyar esta iniciativa. Yo había leído del FONDART y tenía algunas pistas. Le dije que tenía algo más o menos armado, porque sino él no iba a conversar conmigo. Entonces, cuando comenzó a asesorarme, yo tenía que correr detrás de los recursos. Después fui a hablar con el alcalde y el me pidió que le explicara el programa a los concejales. Algunos de ellos entendieron bien, otros incluso se burlaron, pero de alguna forma misteriosa, esta cosa empezó a crecer”, recuerda el profesor Ruiz.
El paso siguiente fue postular a un fondo concursable FONDART, un organismo del Ministerio de Educación orientado a difundir y promover las artes y la cultura en el país. Contra el pronóstico de muchos, la aún inexistente Orquesta Juvenil de Curanilahue obtuvo sus primeros recursos para comprar instrumentos y pagar el sueldo de los profesores.
Desde un principio, en 1996, Américo Giusti asume la dirección del conjunto. Al poco tiempo y gracias a sus contactos, comienzan a llegar más académicos desde Concepción. Sin embargo, faltaba lo esencial: los pequeños intérpretes.
“Queríamos ver el interés de los niños. Para eso nos contactamos con los profesores de música de las escuelas cercanas y les dijimos ¿A quiénes creen que les gusta la música y tienen detrás a alguien que se interese en apoyarlos? Conformamos un grupo de alrededor de 50 niños, de los cuales 43 todavía están. Niños que nunca en sus vidas habían tenido experiencia con algún instrumento. Aquí nadie tocaba piano ni violín, era algo nuevo”, comenta Ruiz.
Un híbrido tan extraño para una zona como Curanilahue, acostumbrada a la pobreza y el abandono, que rápidamente la iniciativa capturó la atención de diferentes organizaciones. Al apoyo de la Municipalidad, con los meses se sumaron la Fundación Beethoven, la Fundación Andes, la División de Cultura del Ministerio de Educación, y empresas como Bosques Arauco y ENAGAS.
En vuelo hacia las alturas
Las primeras clases se desarrollaron en el CADEP, una entidad parroquial que facilitó sus salas, y posteriormente, los ensayos se trasladaron al Liceo Mariano Latorre. Una vez a la semana, los profesores de cello, violín, viola y corno viajaban desde Concepción a Curanilahue. En sentido inverso, los alumnos de contrabajo, piano, percusión, flauta y trompeta se trasladaban a la urbe penquista.
Poco a poco, los pequeños músicos, de entre 9 y 13 años de edad, empiezan a generar ruido. Primero son breves presentaciones en el poblado carbonífero y después visitas a lugares cercanos, hasta que en menos tiempo del presupuestado, Santiago aparece en el horizonte.
En 1998, sólo dos años después de su creación la Orquesta Juvenil de Curanilahue cuenta con una base de cuarenta intérpretes titulares. Por la misma época, se inicia el trabajo con estudiantes menores para preparar a quienes serán el relevo natural de los que abandonen la agrupación con el paso de los años. Siguiendo un círculo virtuoso, los alumnos mayores se convierten en monitores para los nuevos integrantes.
La gran calidad musical de estos niños les entrega la admiración y el respeto de los espectadores, demostrando que, más allá de los recursos materiales o del nivel cultural, la perfección interpretativa se logra con rigor, perseverancia e interés. De hecho, las presentaciones a lo largo de Chile, y en países como España y Alemania ya son rutinarias.
Por ejemplo, el 9 de julio de 2003, tres jóvenes curanilahuinos se embarcaron rumbo a Alemania para integrarse a la Orquesta del Festival de Música de Schleswig – Holstein, donde por espacio de dos meses estuvieron bajo la supervisión de destacados docentes de las filarmónicas de Berlín y Munich, con ensayos diarios en el palacio Salzau y conciertos en varias ciudades germanas. Asimismo, las butacas se repletaron de personas, emociones y cinco mil sonrisas al escuchar a la Orquesta Juvenil de Curanilahue en la presentación de clausura del IV Encuentro Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles, realizado en la Región de Coquimbo durante el 16 y el 18 de octubre del año pasado. El evento sólo reservaba un cupo por orquesta para cada región.
Más que una orquesta
“Nosotros nos propusimos –explica Américo Giusti, director del conjunto- que el estudio de los instrumentos se transformara en un factor de ayuda a la formación de los niños, sus familias y la escuela. Y lo hemos logrado con creces. La orquesta le ha cambiado el paisaje al pueblo. En las calles se ven niños con sus instrumentos y uno se deleita escuchando cuando los pequeños practican en sus casas. Se ha producido un efecto multiplicador: tras cada instrumento hay un niño, una familia, un barrio… este pueblo”.
Y sentado en el mismo escritorio que vio nacer los primeros pasos de este esperanzador proyecto, Francisco Ruiz reflexiona: “Siento que mi trabajo tiene sentido, que hemos hecho un gran aporte al pueblo, por abrirle camino a los niños, a los jóvenes. Sobre todo porque les hemos demostrado que es posible que ellos crean en los adultos y además, que los adultos crean en los chicos. Lo que tenemos acá es una pequeña revolución cultural”.
Las empresas que quieran ayudar a la Orquesta Juvenil de Curanilahue o a otras agrupaciones musicales de las mismas características, pueden canalizar sus contribuciones a través de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile, que preside Luisa Durán de Lagos.
Para mayor información puedes entrar a las páginas web http://www.orquestajuvenil.cl/orq/orq_cura.htm o http://www.guia-chile.de/baseportal/curanilahue/html/html&site==orquesta_chue
y para saber cómo realizar un aporte visita http://www.orquestajuvenil.cl/ayudenos.htm