Contra los Huesos


Perentoriamente, no sé cómo,
no he pensado dónde,
pero más allá de los instintos
el silencio nos muerde las cenizas
y, aullante, la muerte corre
tras nuestros cadáveres,
corre tras nuestros cadáveres.

Entonces, no sé cuándo,
no he pensado cómo,
debe germinarnos la sonrisa:
soleada, alada,
estrellándose contra los huesos
o lo que quede de la vida.

Creciendo la sonrisa, nunca más
seremos atrapados por la furia;
el triste invierno no derrumbará
los puentes que nos llevan adelante;
la risa cantarina alumbrará
los sitios en que fuimos masacrados
ayer, entonces, ahora:
implorando, gritando, callando;
sin poder, sin querer, sin saber;
llorando, cayendo, muriendo;
la risa defendida acercará
ese cielo tan lejano, tan lejano…

Entonces, no sé cómo,
no he pensado cuándo,
debe germinarnos la sonrisa:
soleada, alada,
estrellándose contra los huesos
o lo que quede de la vida

( 1984)