Se escucha un crujido, como el de un trueno, y luego un trozo de hielo cae al agua, dejando una aureola que va creciendo en su entorno. Algunas personas gritan y aplauden, celebrando el desprendimiento de aquel gigantesco bloque glaciar . Y tienen razón en aplaudir estas personas de diferentes lenguas y razas, hermanadas aquí sólo por sus trajes térmicos , todos del mismo color , las mismas marcas y los mismos precios exorbitantes : estar frente a esta mole de hielo es , simplemente, maravilloso. Y así estamos nosotros , hechizados y entumecidos sobre la cubierta del pequeño barco que nos acerca a la pared de hielo, luego de regresar a la Patagonia para cumplir dos metas inconclusas; conocer Ushuaia y el glaciar Perito Moreno. Un viaje para conectarse con las aguas, el frío, el viento, la lluvia, las nubes y uno mismo; un viaje para escuchar, mirar, conocer , re-conocerse y re-encontrarse con el pasiaje fueguino y su cielo único.
En la TV argentina se escucha a la Presidenta vociferar contra los ingleses por haberles quitado las Malvinas hace 30 años. Hay que reclamar, dice, y debemos hacerlo como una sola patria bolivariana. “Cuidado”, dicen nuestras autoridades en Chile ; “está bien solidarizar con Argentina, pero debemos cuidar nuestra buena relación con Inglaterra”. Periódicos argentinos reproducen las declaraciones de un parlamentario chileno que señala que las Malvinas son más inglesas que argentinas. “Chilenos traidores, las Malvinas son argentinas”, dicen las paredes de los baños en los pasos fronterizos por donde pasamos . Cada vez que se aviva el patriotismo con cuestiones limítrofes en nuestra querida “patria bolivariana”, con el único fin de mantener el poder a los de siempre, se termina , invariablemente, por darle la razón a los gorilas que aquí o allá iniciaron pleitos para jugar a los héroes.
Verano de lecturas, también. Más de las que podré recordar. Varias de ellas recomendables. Los cuentos de Marcelo Lillo, en EL FUMADOR Y OTROS RELATOS. La primera novela de Matías Néspolo, prometedor escritor argentino . ME LLAMO ROJO, una impresionante novela de Orhan Pamuk, aunque , por momentos, se hace pesada, casi majadera. Los cuentos de Haruki Murakami SAUCE CIEGO, MUJER DORMIDA, varios de los cuales aparecían en sus novelas, a manera de capítulos o párrafos. No he podido zafarme del embrujo de su escritura, en verdad resulta adictiva. Novedosa la escritura de Muriel Barbery en LA ELEGANCIA DEL ERIZO, especialmente al comienzo. En una librería de Punta Arenas saltaron a mis manos, desde unos cajones semiabandonados, EL JARDIN DE AL LADO , de Donoso, y EL HABLADOR , de Vargas Llosa. El primero está en la categoría de aquellos que no me acordaba haber leído, pero que siempre es un placer releer . El segundo no lo había leído y me impactó su personaje, el “hablador” , voz comunitaria de los indios Machiguengas , a través del cual conocemos la cosmovisión y los avatares de esa tribu de la selva peruana. Hay un relación entre ésta y su última novela (EL SUEÑO DEL CELTA) ¿Habrá otro escritor tan local, y a la vez tan universal? Todo lo que conozco del Perú lo he leído en sus cuentos y novelas. Para qué hablar de su técnica, a veces sofisticada, pero de una eficacia plena. El viaje de regreso cargó en mi maleta un par de libros más, regalados para mi disfrute y crecimiento : una novela de un japonés, premio nobel, que dejaré para marzo, y EL ENEAGRAMA DE LA SOCIEDAD, de Claudio Naranjo, que, a juzgar por sus primera páginas me habrá de llevar a un viaje al interior de mi existencia , si leo bien, naturalmente, si no, no hay viaje. Por eso, para darle una oportunidad al libro, a ratos salgo de él para lanzarme a la relectura de EL GENERAL EN SU LABERINTO, de García Márquez. Aún voy en la página veinte y me parece haber estado leyendo durante semanas. La cantidad de cosas que suceden en un párrafo es impresionante. La exageración llevada a su máximo esplendor literario. Me alegra leer a G. Márquez, disfruto sus párrafos y a veces vuelvo para releer alguna línea que me parece digna de aplauso, aunque entiendo que pueda resultar latero para otros lectores que se sienten abusados con esas exageraciones que a mí, afortunadamente, me llenan de satisfacción.
Aún queda verano para tomar contacto con la naturaleza y con uno mismo. Tiene sentido.