Hago mi último viaje a Caldera-Copiapó , en el marco del programa de educación de la Fundación Chile para el que trabajo . El tiempo pasó vertiginosamente (aunque desde hace algunos años todo me parece presuroso y fugaz : llega un nuevo otoño cuando parece que todavía es verano, celebro un nuevo año cuando parece que el anterior no ha terminado) Es un viaje para despedirme de las personas con las cuales he trabajado en estos años, pues el programa me ha destinado a otro lugar. Sólo tengo sentimientos de gratitud y afecto por quienes me recibieron cada 15 días , prodigándome simpatía y respeto. Juntos hicimos un sincero esfuerzo por mejorar la calidad de la educación de las niñas y niños . Algunas escuelas ya alzaron el vuelo, otras todavía van a ras de piso, pero llevan sus alas extendidas y muy pronto volarán. Ojalá que vuelen juntas, como en esa historia de los gansos que alguna vez revisamos para aprender a trabajar en equipo.Yo me despido: adiós desierto de Atacama, mar y playas de Caldera, barcos de la bahía, faro y gruta del Padre negro, adiós bandas de guerra marchando por la avenida Weelgriht ; adiós Copiapó asoleado , chañares de su plaza; piedras minerales, adiós, niñas y niños, profesoras , profesores y directivos, todos estimados y valorados , adiós:
“yo voy soñando caminos, ¿adónde el camino irá?» (A.MAchado)
Más al Norte Iquique está tendida en la arena, frente al mar y a espaldas de unos gigantescos cerros que parecen dinosaurios de arena echados al sol. Arriba de esos cerros desnudos, en el “alto”, se amontona Alto Hospicio. Queda muy poco del caserío original que durante años movilizó a organizaciones no gubernamentales para ayudarles a erradicar la miseria. Ahora es una especie de pueblo- dormitorio , extendido muchos kilómetros a la redonda y donde se levantan edificios y grandes bodegas, además de poblaciones nuevas ; es el patio grande barato de Iquique , destinado también a crecer atropelladamente. Más allá de Alto Hospicio la carretera sigue subiendo en dirección al Norte. Es una carretera plateada y sinuosa, una serpiente de asfalto que se revuelve bajo el sol y se estira en dirección de poblados que sólo he visto en documentales.
El sol brillante y agresivo inunda las ruinas de salitreras que hicieron historia a comienzos del siglo pasado; aquí está Humberstone y más adelante hay otros vestigios: ¿ Así que por esta pampa calcinante bajaron las columnas de obreros y sus mujeres a reclamar por salarios más justos en esa huelga histórica que terminó con miles de ellos destrozados por la artillería de los soldados en la escuela Santa María? ¿Cómo sería la vida en estos peladeros? Tengo una vaga idea por las novelas de Hernán Rivera Letelier , que me gustan porque describen la vida de las pampas de una manera familiar para quienes hemos vivido en los pueblos mineros del carbón . En sus historias se puede reconocer las mismas bromas, los mismos sobrenombres precisos, las mismas injusticias, las mismas putas; sólo que en vez de un sol implacable sobre las calaminas rotas, allá teníamos lluvias sobre el zinc , barro en las callejuelas retorcidas y goteras hasta en el alma.
Al frente de la serpiente aparece ahora La Tirana, pueblo solitario y pobre como los evangélicos que predicaban el fin del mundo frente a la ventana de mi casa, en Curanilahue, los domingos por la tarde. Se llenará de celebrantes en el mes de julio, de estruendo y fantasías durante unas semanas, para quedar después como hoy día, semivacía, con cientos de casas y chozas encadenadas a un candado , esperando que los cánticos del año entrante las despierten y desencanten el pueblo.
La serpiente de asfalto pasa ahora por Pozo Almonte, como quién pasa por un pueblo del far west. Aquí pudo haber llegado, perfectamente, la protagonista de KILL BILL después de salir de la tumba en que la entierran viva, sacudiéndose el polvo en cada zancada . Más adelante empiezan a verse los primeros tamarugales, unos arbustos que pueden crecer muy altos gracias a raíces gigantescas que beben el agua de las profundidades , porque en las profundidades de estas arenas hay mucha agua. Pasamos ahora por Matilla, y allí se divisa una de las escuela a la que debo prestar asistencia . El camino sigue subiendo. Se ve ahora, al fondo de esta recta alargada y distorsionada por la reverberancia del sol sobre el desierto, un oasis , una mancha verde sobre la que empiezan a destacarse los colores del poblado. Es PICA, mi próximo destino .
Este lugar –me dice el conductor- es uno de los lugares más hermosos de la Pampa del Tamarugal . Su nombre quiere decir “flor en el desierto”, en quechua, y existía ya en la época de los Incas. Por aquí pasaba el camino del Inca. Después fue un pueblo español, muy clasista en el virreinato y con un gran desarrollo económico, gracias a las viñas, luego a los minerales y, actualmente, a los cítricos que produce y exporta. -Aquí usted va a tomar mucho jugo de mangos y de limones de Pica”. Pero va a tener que protegerse del sol, porque todos los días del año son así como los ve ahora, con un sol fuerte. Traiga bloqueador solar, lentes oscuros y, ojalá, un sombrero
-¿Qué hay más allá de Pica-le pregunto
-Más allá sigue la arena, más arriba está la mina Collahuasi y , al otro lado, Bolivia.