Mi hermano despierta sobresaltado
en la madrugada del invierno
y oye el roce de unos pies
arrastrándose sobre la alfombra.
Abre sus ojos
enel momento justo
en que cruza el pasillo en tinieblas
la figura de su padre viudo
envuelto en su vieja bata gris.
Lo escucha mascullar maldiciones
mientras busca a tientas un alfiler de gancho
que le sostenga los calzoncillos
cada vez más sueltos
que en el insomnio de la noche
se le enredaron en las piernas
haciéndole perder la calma.
“Maldita prenda”, le escucha decir mi hermano,
que se levanta somnoliento,
le hace un nudo ciego en la pretina
y lo manda de vuelta al dormitorio
con una leve palmada en el trasero
antes de que el frío los congele
en ese viejo caserón vacío.
Mientras bebe una copa de vino
para conciliar el sueño,
mi hermano me escribe una carta :
“He vuelto a soñar con nuestro padre muerto”.