Antología de la plenitud (III)


araucaria.jpgCon esta breve antología cierro el ciclo de tres capítulos en los que me animé a compartir  poetas, poetisas  y poesía. Esta última selección incluye sólo autore nacionales,  coetáneos y más jóvenes.

La Loba (Carmen Berenguer) 

De dónde esta mueca
Esta boca este rostro
Esta máscara este abrigo
De dónde esta locura
De acompañarte por las noches
Con este negro y este rojo
Esta bufanda que es una bufonada
Y esta vitrina que devuelve esta pirueta
Esta artesanal pinta hecha a la medida.
Y esta lengua de loba despistada
Que te lame

Origen del silbo (Bernardo González K.)

Mis sueños brotan de las míseras piedras
que pisan los ganados y las horas secas
– el aire es una canción sin voz
sendero agreste que viene por el valle
cuando el atardecer es un prodigio –
Así, lento, palpo la primera inocencia
niña de tus ojos, la sabiduría del hueso
la vieja sencillez de las cosas usadas
porque no todo yace en la lujuria ni
en las despiadadas fauces del capullo
Necesaria es la piel y el sudor y la sangre
para que ahí navegue la preciosa mentira
de sentirnos carozo en el perfume, ay
pero, aves de paso, dejamos el vacío
lleno de algo: un silbo, acaso otra palabra

Porque soy la fuerza de lo innombrado (Elicura Huichailaf)

He soñado en la Luna creciente
-dice
y he trabajado los campos
Antes que las palabras
y que las flores fui
(y más lejos)
Para mis hijas construyo
la casa de plata
mientras con el cabello
al viento
cabalgo sobre el arco iris
Soy el agua que corre
Dormido va el mar en mí
y despierta la montaña
Porque soy la fuerza
de lo innombrado, dice
corona del sol: Tu canto

Mudanza (Alejandro Zambra)

Me dijeron que avisara treinta días
Antes me dijeron que avisara treinta
Veces al menos me dijeron que al
Menos avisara treinta veces y que
En días como estos no se debe
-no se puede –trabajar. Que me fuera ,
Que dos cuadras más abajo preguntara
Si quedaba sopa para uno si quedaba media
Botella para uno me dijeron que a medias
Quedaba una botella
Y tenían razón:
Si te gusta te gusta
Si no te gusta no te gusta no más
Me dijeron que tenían razón y tenían razón:
Ella es débil y blanca tú eres
Pobremente oscuro y eso es todo cuanto hay
No en el fondo sino encima de la cama
Cuando besas y te besa.

La jaula de la sentencia (Javier Bello)

Cuídate de los viajes, hijo mío,
cuídate de los viajes y de los trenes
y del tambaleo de los barcos en la batalla del amanecer.

Cuídate de los trenes
y de la tierra donde baila sepultada una llama,
cuídate de los barcos y de los fuegos fatuos
como escondes tus rodillas del tormento de la tempestad.

Nunca entenderás el recorrido de los animales
por las veredas y los parques,
los animales malos que se comen la sed.
Nunca entenderás los ojos de los perros
que desaparecen tras el silbido de los cazadores.
No me digas que no has visto
los animales negros que tienen cara de anciano.
No me digas que no has visto
los caballos cansados que cruzan con sus patas la verdad.

Ten cuidado de los viajes,
ten cuidado de los trenes y de las potencias malignas
y de perderte entre tus propias aguas.

No dejes tu sombrero fuera de la casa,
no dejes tus guantes lejos del amanecer,
porque las hormigas te golpearán con sus antenas hasta causarte daño,
porque las piedras arderán en tus zapatos negros,
para que aprendas a no jugar con las líneas de tus manos,
para que recuerdes, hijo mío,
que el norte de las brújulas se come la cabeza de tu propio animal.

Cuídate de los viajes,
cuídate de los viajes y de los trenes
y del tambaleo de los barcos en los mares sin ley,
porque en los viajes va la muerte hablándote al oído,
porque en los trenes va la muerte sentada
y en los barcos va la muerte de pie.

Si fuese la Judía (Damsi Figueroa)

Si fuese la judía
Abriría las puertas de la ciudad
de un soplo
Soportaría la injuria del cautiverio
Viuda y virgen sería
A la vez
Devoradora de ejércitos
Y le bastaría ser hombre
para caminar erguida sobre sus muertos
Pero a la judía
le bastó ser mujer
para beber en exceso
para comer en exceso
y pasear por los sueños desnudos
de los asirios
Inventiva solitaria
Amamantadora universal
Razón del tiempo y de la historia
Si fuese la judía
Levantaría con su belleza
Los templos caídos de la Tierra
Cortaría la cabeza de Holofernes
para saltar a la luz
desde su cueva
Pero es Judith la que espera
por el espejo encorvado de su destino
Nuestra Judith aún no está bendita
y envejece a la par
de los cortejos de Eleofonte
El tejedor de cantos opacos
como el aura
de su propio culo reseco.

Las Que No Somos Santas (Zulema Retamal)
Las que no somos santas
Quemamos las naves
Sin golpes de pecho
En la plaza del pueblo
No comulgamos
Ruedas de carreta
Ni acarreamos el agua
Para el propio molino.
Miramos debajo del agua
Por el ojo de la cerradura
Y por el ojo de buey
Pero no pasamos
Tan fácilmente como el camello
Por el ojo de la aguja

CISNES DE RAUQUEMO  (Jaine Huenún)

Buscábamos hierbas medicinales en la pampa
(limpiaplata y poleo, yerbabuena y llantén).
El sol era violeta, se escarchaban los pastos.
Bajaba el Rahue oscuro, ya sin lumbre de peces.

Oímos mugir vacas perdidas en la Vega,
y el ruido de un tractor camino a Cancha Larga.
Llegamos hasta el río y pedimos balseo,
un bote se acercó silencioso a nosotros.

Nos hablaron bajito y nos dieron garrotes,
y unos tragos de pisco para aguantar el frío.
Nadamos muy ligero para no acalambrarnos.
La neblina cerraba la vista de la orilla.

En medio del junquillo dos cuerpos de agua dulce,
blancos como dos lunas en la noche del agua,
doblaron sus dos cuellos de limpia plata rotos,
esquivando sin fuerza los golpes y el torrente.

Cada uno tomó un ave de la cola o las patas
y remontó hacia el bote oculto entre los árboles.
Los hombres encendieron sus linternas de caza
y arrojaron en saco las presas malheridas.

Nos marchamos borrachos, emplumados de muerte,
cantando unas rancheras y orinando en el viento.
En mitad de la pampa nos quedamos dormidos,
cubriéndonos de escarcha, de hierba y maleficios

Los ojos de la noche (Carmen García)

Con este mismo monstruo soñaron las niñas
la habitación del silencio, los dientes del cangrejo
la rabia cuando orinábamos desnudas sobre la loza blanca
secretas tras el parpadeo de los que nunca nos vieron.
Estuvimos ahí, las lombrices aparecían bajo tierra
y la jaula era ausencia en el fondo del jardín.
Estuvimos ahí, ocultas en los rincones de la casa
tras los muebles, bajo los árboles
comimos la misma miel que los pájaros
en conversación agitada con el viento
con tenues madres que piaban por sus hijos.
Nosotras, elegidas por una mano mayor
para cargar con los ojos de la noche
los huevos rotos de los pájaros


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *