JORGE TEILLIER


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A propósito de las recientes lluvias , he vuelto a leer la poesía de Jorge Teillier, mi poeta favorito. Leo poesía desde mi época de alumno interno. Los libros me salvaron , en parte, de los dolores de la adolescencia. Primero fueron las novelas.  Mis compañeros mayores  hacían circular  de manera clandestina las revistas pornográficas de moda, sin imaginar que  para entonces yo había descubierto a un selecto grupo de autores en cuyas páginas  se describían escenas eróticas que harían palidecer los cuerpos desnudos de las manoseadas revistas. Afortunadamente tampoco lo imaginó el viejo bibliotecario , de modo que  en las estanterías de aquella sala me encontré un día con los poetas.  Machado fue el primero que llamó mi atención, ( «Una tarde parda y fría  de invierno los colegiales estudian ; monotonía de la lluvia tras los cristales») , luego vino Neruda.  Qué libro aquel  de los veinte poemas; de carne y hueso, capaz de pasar de un verso erótico ( «Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos...») a otro  melancólico  ( «por qué se me vendrá el amor de golpe cuando me siento triste y te siento lejana«)  . No resistí aquello. Tenía 17 años y poca plata en el bolsillo, pero compré aquel libro para regalarlo a mi polola y estuve a punto de no entregárselo.  Seguí leyendo a Neruda hasta enfermarme con  Residencia en la Tierra, uno y dos (tango del viudo, no hay olvido, walking around).  Nicanor Parra me sacó de la  y angustia y me empujó a la claridad de sus antipoemas. Por ese camino fue que un día me encontré con los versos de  Teillier , escuché  su tono familiar y vi aquellas imágenes que me cautivaron para siempre. Fue como encontrarme con un hermano mayor que regresa a casa después de largo tiempo y esa primera noche, en la intimidad del cuarto,  me  cuenta las cosas nuevas que ha visto. Y me las cuenta usando las mismas palabras que conocemos desde niños, con esos giros y códigos que sólo la familia conoce, de manera que puedo sentir que también he vivido esas historias.  Me asusté, también,  porque encontré que mi poesía se parecía un poco a la suya  .¿Cómo podía ser,  si era la primera vez que lo leía?

Un par de años después, en 1985, tuve la oportunidad de conocerlo. Fue en un encuentro que organizó la desaparecida editorial SUR, de Concepción, con el poeta Juan Pablo Riveros y el  ensayista Mauricio Ostria. Teillier llegó portando su nuevo libro, escrito para celebrar sus cincuenta años, CARTAS PARA REINAS DE OTRAS PRIMAVERAS.  Tengo ese ejemplar, donde escribió , a pedido mío, un saludo para los poetas de Curanilahue. Teillier lucía un  largo abrigo negro, de cuero, anudado a la cintura. Venía de pasar una temporada en un centro de rehablitación donde no pudo rehabilitarse. Con ese abrigo y su palidez podía parecerse a esos tipos de de la S.S . o a un espía de la guerra fría, pero lo salvaban su pelo largo y  las patillas setenteras. Hablaba despacio, como si le costara pronunciar las palabras. Parecía mirarnos y no  vernos. Leyó algunos poemas de ese libro. Los organizadores  lo trataban como a un verdadero gurú. Conocedores de su obra, sabían que estaban frente a unos de los últimos poetas que vivía como su yo lírico. Teillier era, en el fondo, el hablante de su poesía; una especie de  poeta maldito . El segundo día debía asistir a un  encuentro con un grupo  de poetas emergentes. Esperamos por más de dos horas que apareciera. Por fin llegaron con él, después de rescatarlo de un bar donde estaba bebiendo desde hacía un par de horas. Esccuchó nuestras lecturas. Otra vez su voz  salía arrastrándose apenas  y había que estar en silencio para escucharlo. Dijo:  «¿qué le ha dado a los jóvenes por escribir sobre la muerte?«. Dijo otras cosas más; pocas cosas, y se fue otra vez al bar con los organizadores , quienes trataban , inútilmente, de protegerlo de la lluvia con un paraguas que alguna de las mujeres presentes le entregó a manera de ofrenda.  Los del encuentro cerramos las lecturas con un cóctel y unas canciones. Yo canté una  que había compuesto recién : «…no es un ajuste de cuentas/ la vida no es/a pesar de tantos muertos/ cada día descubiertos…»

He sido fiel a Teillier. Una vez viajé desde Lebu a Curanilahue con Gonzalo Rojas. El regresaba a Chillán después de un acto en su homenaje y me pasó a dejar a mi casa.  En el trayecto me preguntó: «y qué están leyendo los jóvenes ahora?».  Bueno  -le dije , -dándome tiempo con esa muletilla para decidirme entre reponderle «a usted maestro», «leen de todo un poco», o alguna estupidez así, porque yo no tenía idea qué estaban leyendo los jóvenes. El me sacó del apuro y me dijo, mientras miraba hacia los espinos florecidos al borde del camino: «¿Siguen leyendo a Lhin?». Sí, – le dije, -pero también están leyendo a Teillier «. Me dio un par de segundos , supongo, para que agregara  » y a usted», pero no dije nada.  El conductor me miró por el retrovisor.  El ronroneo del auto, cruzando el puente sobre el río Pilpilco, se escuchó  nítidamente.  Esa lealtad con Teillier me impidió estrechar lazos con Gonzalo Rojas, pero  me trajo dividendos, años después, cuando iniciábamos el proyecto  ORQUESTA JUVENIL DE CURANILAHUE.  Américo Giusti debió quedarse a dormir en mi casa. Teníamos una amplia sala destinada a biblioteca, donde preparamos su cama.  Hurgando entre los libros, encontró  unos de Teillier. Dotado de una fina sensibilidad estética y de una gran experiencia como lector, Américo me preguntó si me gustaba ese autor. Le dije que sí, que era mi poeta preferido.  Sus ojos brillaron y me contó que también era su poeta preferido. Algunos días después me llevó de regalo «Le Petit Teillier illustré»,  un libro con formato de  historieta dibujado por Germán Arestizábal. Sellamos así  un pacto, creo yo, al lado de aquel poeta, para sacar adelante el proyecto. Y cuando terminó aquel ciclo virtuoso de la orquesta, y tocaron juntos por última vez en la Plaza de la Constitución, Américo los despidió parafraseando a Teillier .   «si esta noche viera caer una estrella/ no tendría ningún deseo que pedirle».

Estos son algunos de los poemas de Teillier:

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 Botella al mar

Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o poderosos.

Cuando todos se vayan

Cuando todos se vayan  a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.

Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.

Blue

Veré nuevos rostros
Veré nuevos días
Seré olvidado
Tendré recuerdos
Veré salir el sol cuando sale el sol
Veré caer la lluvia cuando llueve
Me pasearé sin asunto
De un lado a otro
Aburriré a medio mundo
Contando la misma historia
Me sentaré a escribir una carta
Que no me interesa enviar
O a mirar a los niños
En los parques de juego.

Siempre llegaré al mismo puente
A mirar el mismo río
Iré a ver películas tontas
Abriré los brazos para abrazar el vacío
Tomaré vino sí me ofrecen vino
Tomaré agua si me ofrecen agua
Y me engañaré diciendo:
«Vendrán nuevos rostros
Vendrán nuevos días».

Ahora que de nuevo

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
enemigo de los vagos y los ebrios,
el viento los arrastra como a las hojas del diario de la tarde
y los deja fuera de las Hospederías,
los hace entrar a escondidas a dormir hasta en los confesionarios.

Conozco esas madrugadas
donde buscas a un desconocido y un conocido te busca
sin que nadie llegue a encontrarse
y los radiopatrullas aúllan amenazantes
y el Teniente de Guardia espera con su bigotito de aprendiz de nazi
a quienes sufrirán la resaca por no pagar la multa.

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
pienso en escribir
sobre los areneros amenazados por la creciente
sobre un reo meditabundo
que va silbando una canción,
sobre las calles del barrio
donde los muchachos hostiles al forastero buscan las monedas para el flipper
y los dueños del almacén de la esquina
esperan entumecidos al último cliente,
mientras en el clandestino
los parroquianos no terminan nunca su partida de dominó.

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
pienso que debe estar lloviendo en la Frontera.
sobre los castillos de madera,
sobre los perros encadenados,
sobre los últimos trenes al ramal.
Y vivo de nuevo
junto a Pan de Knunt Hamsun lleno de fría luz nórdica y exactos gritos de aves acuáticas,
veo a Block errando por San Peterburgo contemplado por el jinete de Bronce
y saludo a Sharp, a Dampier y a Ringrose jugándose en Juan Fernández el botín robado en la Serena.

Me han llegado poemas de amigos de provincia
hablando de una gaviota muerta sobre el techo de la casa
del rincón más oscuro de una estrella lejana
de navíos roncos de mojarse los dedos.
Y pienso frente a una chimenea que no encenderé
en largas conversaciones junto a las cocinas económicas
y en los hermanos despojados de sus casas y dispersos por todo el mundo huyendo de los Ogros
esos hermanos que han llegado a ser mis hermanos
y ahora espero para encender el fuego.

Pequeña confesión

Si, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones.
Me amaron las doncellas y preferí a las putas.
Tal vez nunca debiera haber dejado
El país de techos de zinc y cercos de madera.

En medio del camino de la vida
Vago por las afueras del pueblo
Y ni siquiera aquí se oyen las carretas
Cuya música he amado desde niño.
Desperté con ganas de hacer un testamento
-ese deseo que le viene a todo el mundo-
pero preferí mirar una pistola
la única amiga que no nos abandona.

Todo lo que se diga de mí es verdadero
Y la verdad es que no me importa mucho.
Me importa soñar con caminos de barro
Y gastar mis codos en todos los mesones.

«Es mejor morir de vino que de tedio»
Sin pensar que pueda haber nuevas cosechas.
Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano
Cuando se gastan los codos en los mesones.

Tal vez nunca debí salir del pueblo
Donde cualquiera puede ser mi amigo.
Donde crecen mis iniciales grabadas
En el árbol de la tumba de mi hermana.

El aire de la mañana es siempre nuevo
Y lo saludo como un viejo conocido,
Pero aunque sea un boxeador golpeado
Voy a dar mis últimas peleas.

Y con el orgullo de siempre
Digo que las amadas pueden ir de mano en mano
Pues siempre fue mío el primer vino que ofrecieron
Y yo gasto mis codos en todos los mesones.

Como de costumbre volveré a la ciudad
Escuchando un perdido rechinar de carretas
Y soñaré techos de zinc y cercos de madera
Mientras gasto mis codos en todos los mesones.

Un hombre solo en una casa sola

Un hombre solo en una casa sola
No tiene deseos de encender el fuego
No tiene deseos de dormir o estar despierto
Un hombre solo en una casa enferma.

No tiene deseos de encender el fuego
Y no quiere oír más la palabra Futuro
El vaso de vino se ha marchitado como un magnolio
Y a él no le importa estar dormido o despierto.

La escarcha ha empañado las ventanas
Pero a él sólo le importa mirar la apagada chimenea
Sólo le gustaría tener una copa que le contara una vieja historia
A ese hombre solo en una casa sola.

Una historia como las que oía en su casa natal
Historias que no recuerda como no recuerda que aún está vivo
Ve sólo una copa vacía y una magnolia marchita
Un hombre solo en una casa enferma.

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más poesías de Teillier  www.uchile.cl/cultura/teillier


2 respuestas a “JORGE TEILLIER”

  1. Que bueno tu cuento, te sitúa históricamente con los grandes poetas de nuestros días, increíble en la octava región suenan fuerte los nombres de Juan Pablo Riveros, Mauricio Ostria. Gonzalo Rojas, el poeta Américo Justi no es tan conocido por estos lados (jeje).
    Esos poemas tienen y no tiene parecido con tu trabajo literario. Gracias Pancho por darnos estas pequeñas dosis de su maestría, siempre estoy revisando tu página con la esperanza de encontrar tus escritos, profundos, graciosos, emotivos, placenteros a mis sentidos, cuando no encuentro nada nuevo me doy una vuelta por http://www.google.cl como lo harían tus compañeros de curso, hoy… haaa Abril estuvo flojito en producción literaria, no paso nada con lluvias mil, tienes que venir al sur mas seguido.

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