Educación pública con privados vs. sin privados: Una nota disonante (Artículo de la revista QUE PASA)


Hace quince años, el Liceo Mariano Latorre de Curanilahue y su orquesta de niños era uno de los símbolos de los logros de la educación pública. Hoy, su ex director Francisco Ruiz es escéptico frente a las reformas planteadas por Michelle Bachelet: dice que la lucha entre educación pública y educación privada ha dejado atrás temas más relevantes en cuanto a la calidad.

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© Javier Valenzuela REVISTA QUE PASA

» Cuando en 1995 Ruiz llegó al Liceo Mariano Latorre, empezó a pensar en cómo aprovechar las habilidades de los alumnos. Se le ocurrió una idea: podían utilizar los recursos de la escuela y los vínculos con empresas locales para fabricar y vender productos.
Fue hace quince años, pero Francisco Ruiz recuerda el encuentro que le cambió la vida como si ocurriera hoy. Habla de un día lluvioso de 1999 en el Liceo Mariano Latorre de Curanilahue, donde él era director, y al que llegaron de visita el entonces candidato de la Concertación Ricardo Lagos y su esposa, Luisa Durán. Frente a ellos, en una pequeña sala, estaba una orquesta de niños, elegidos no por sus habilidades musicales, sino por sus ganas de aprender.

El resultado fue conmovedor, con Luisa Durán emocionada hasta las lágrimas y Lagos prometiéndoles a los niños que si salía electo presidente, llevaría a la orquesta hasta Santiago para tocar en su gala del cambio de mando. “Me acuerdo que entró, vio a todos los chiquillos, y conversamos que en su gobierno le iba a dar gran importancia al tema cultural”, recuerda hoy el director. Unos meses después, en marzo de 2000, los vecinos de Curanilahue se congregaban para seguir en directo en una pantalla gigante el evento que tenía a sus hijos como protagonistas. Y al entonces director se le grababa una frase del presidente: “Si esto es posible, entonces podemos hacer muchas cosas”.

Quince años después de ser puesto como uno de los ejemplos y símbolos de lo que la educación pública podía conseguir, el mensaje de Ruiz hoy es distinto. A fines de septiembre, el ex director -quien hoy es consultor educacional y trabaja en la Fundación Chile- fue invitado a exponer a Icare sobre su experiencia en Curanilahue. Y su reflexión fue sorpresiva: planteó que, tal como está la reforma educacional, muchas de las cosas que hizo en Curanilahue serían imposibles.

Aun cuando está convencido de la importancia de reformar la educación y de la necesidad de que esos cambios sean urgentes, su voz plantea un mensaje de alerta sobre los objetivos que pueden tener esos cambios y las prioridades que se están manejando. “Hay tantas cosas que hacer, y no necesariamente las cosas que se están haciendo van a impactar en la educación”, plantea.

UNA EMPRESA PARA UN SUEÑO
Cuando en 1995 Ruiz llegó al Liceo Mariano Latorre, rápidamente empezó a pensar en cómo aprovechar las habilidades de los alumnos. En medio del proceso, se le ocurrió una idea: podían utilizar los recursos de la escuela y los vínculos con empresas locales para fabricar y vender productos, como elaborar maderas para la construcción. Después de unos meses de prueba, se decidió a pedir ayuda para crear una pequeña empresa al interior del lugar, que al poco tiempo dejó ganancias por los trabajos y que, además, le permitía postular a fondos adicionales, como el Fosis. “Pero cuando nos transformamos en pequeña empresa fue porque los niños no tenían cómo aprender. No había recursos y si no, no teníamos cómo educar”, señala.

Fue entonces cuando se decidió a realizar el sueño que tenía: educar a los niños de la escuela a través de la música. El resto de la historia es conocida: el colegio tomó a todos los interesados entre 9 y 13 años, su caso se hizo famoso en Chile y a nivel internacional, el grupo viajó a presentarse a lugares como Alemania y su ejemplo inspiró a Luisa Durán para impulsar la Fundación de Orquestas Juveniles. El éxito de la escuela puso a Curanilahue en el mapa como un lugar emblemático, e incluso inspiró análisis y estudios de otro tipo, como el que comprobó que la primera generación de alumnos de la orquesta obtenía en promedio 200 puntos más en la PSU que sus compañeros de colegio.

Pero, de acuerdo a Ruiz, ese modelo de gestión no se podría haber realizado en el que se está proponiendo actualmente. “En Curanilahue iniciamos actividades económicas en el liceo: generamos pequeñas unidades productivas que nos permitieron producir y vender, obteniendo ingresos para mejorar las condiciones en que estudiaban nuestros alumnos. Así pudimos comprar insumos y poner en funcionamiento los talleres, dado que el municipio no tenía los recursos necesarios”, relata. “A la luz de la reforma actual, es impensado que un establecimiento pueda estar vendiendo y generando utilidades, pues sería visto como una actividad con fines de lucro”.

LA NUEVA FILOSOFÍA
Ruiz está de acuerdo con muchos de los puntos que el gobierno ha planteado en la discusión, como terminar con el copago y la selección, así como definir parámetros para que quienes tienen colegios no puedan retirar utilidades excesivas. “Eso va a permitir una educación más inclusiva”, dice. Y también plantea que en los últimos años el Simce se ha convertido en una “camisa de fuerza” para los colegios, obligándolos a cumplir con contenidos que no siempre son relevantes o atingentes para los alumnos. “La educación es lo más impositiva que hay, y lo que les enseñan a los niños dista mucho de lo que viven diariamente”, asegura.

Sin embargo, para él lo complejo es que la discusión en algún momento giró a una oposición entre la educación pública y la privada, entendiendo a ésta como los colegios particulares subvencionados. “Es un debate inútil e ideologizado. No veo incompatibilidad si se norma con claridad y se supervisa adecuadamente”, es su mirada. “Hoy hay una filosofía del no al lucro en educación. Eso tiñe todo y hace que nadie quiera asumir responsabilidades”.

El análisis de Ruiz es que la propuesta actual de reforma no entrega suficientes herramientas a los primeros y levanta muchas dudas a los otros, sin parámetros de calidad. “Es un escenario confuso, porque no estaba claro desde el comienzo del gobierno lo que se pretendía hacer. La falta de información clara y oportuna generó confusión y temores en muchas familias, que creen que el gobierno busca coartar las libertades personales”, señala.

El ex director dice que, para él, el concepto es que todos los establecimientos que reciben fondos públicos entregan educación pública. Por eso, sostiene, no vale la pena contraponer ambos mundos, sino que buscar una coordinación. “Conozco cientos de escuelas y liceos municipales que debieran haberse cerrado hace años por el pésimo servicio que prestan y por el poco respeto hacia los niños y jóvenes, generalmente los más pobres”, asegura. “Y he visto, por otro lado, muchas escuelas y liceos particulares subvencionados que hacen un trabajo extraordinario a los cuales se les debería solicitar que se hicieran cargo de más establecimientos, naturalmente que dentro de una normativa que prohíba ganancias desmesuradas, porque también he visto sostenedores privados que viven como reyes lucrando con recursos fiscales”.

Pensando en su experiencia como director y consultor, Ruiz dice que si se quiere mejorar la educación chilena de fondo, las principales tareas son cambiar el modelo de formación y carrera docente e inyectar recursos y dar prioridad a los liceos técnicos. Para él, poner un foco claro es algo necesario después de que los últimos gobiernos inyectaran recursos a la educación, pero sin una orientación precisa. “Lo que han hecho los gobiernos es aumentar la plata, pero esto es como un saco sin fondo. Hay que afectar el sistema completo, pero mediante un programa que tenga etapas bien definidas”, es su reflexión. “No me imagino un proceso de cambios que tome menos de 20 años, pero para eso tendríamos que tener un proyecto país y no lo que tenemos ahora, que son iniciativas improvisadas que cada cuatro años se nos presentan como reformas, pero que, en años, no han reformado absolutamente nada”.


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