AMORES QUE MATAN (3)


enfermera2.jpg -Entonces yo soy  la doctora , -dice la pequeña rubia, casi pelirroja, empinándose sobre los demás  delantales blancos que la han seguido para jugar durante el recreo. Sus pecas se acentúan en el rostro cuando busca con la mirada a quienes serán sus compañeros en el improvisado quirófano de tablas rotas y cartones de la trastienda de la bodega de alimentos. Los muchachos más grandes se han ido a explorar el bosque de eucaliptos que crece detrás de la escuela , donde se puede capturar un coleóptero gigante llamado el marido de la culebra, derribar de un certero hondazo al pájaro chucao y llenar los bolsillos de las chaquetas de olorosas murtillas que ya terminaron de madurar al borde de los senderos. Los más pequeños han optado por el fútbol , en el fondo del patio, y no quieren ser molestado por ella y su grupo de enfermeras. Sólo queda disponible ese niño nuevo, flacucho y miope que está mirándola mientras ella organiza aquel hospital de campaña. Sus vivos ojos verdes lo recorren de pies a cabeza antes de que pronuncie aquellas palabras que el niño recordará hasta envejecer:
-Tú, el de lentes, ¿quieres ser el enfermo?
El de lentes se aproxima, nervioso y dice :
-Es mejor que yo sea el doctor.
Las blancas mejillas de la pecosa se encienden.
-Yo soy la doctora de este hospital y las chiquillas son mis enfermeras; no hay más doctores.
El flacucho siente cómo una docena de manos lo toman y lo acuestan sobre un tablón de madera , le quitan sus anteojos y su bolso de cuadernos. Las manos buscan después algún hueso roto, una herida sangrante, buscan acuciosamente , le toman el pulso y cuentan los latidos de su corazón. Escucha cómo le informan a la doctora su estado de salud. Entonces él, que que nunca ha tenido una enfermedad, se asusta.
-¿Es muy grave, doctora?, pregunta.
La doctora se acerca , le abre los párpados y examina sus ojos con una mirada verde que el niño no olvidará en los años venideros.
-El paciente está inconsciente y no puede hablar -, dice la doctora, con voz de profesora.
-Hay que hacerle respiración boca a boca, dice la enfermera más precoz. -Todavía podemos salvarlo.
El enfermo siente cómo su corazón comienza a galopar sin bridas que lo contengan. El galope podrá matarlo si es la doctora quien le hace la respiración boca a boca . Pero morirá feliz,en serio, Diosito, porque desde que llegó a la escuela sólo ha tenido ojos para la pecosa que se mueve por el patio y los pasillos como si fuera la directora. Todos la buscan y quieren estar a su lado, pero nadie la tuvo tan cerca como él, en este lecho de moribundo.
-Enfermera jefe, -dice la rubia, con su voz de cantante, -dele respiración boca a boca, de inmediato.
El flacucho piensa que se morirá de verdad debajo de aquel caballo desbocado que ahora le galopa en el centro del pecho mientras la enfermera jefe pone su boquita sobre la suya y no sólo le introduce aire, sino que pasa su delgada lengua sobre sus labios, disimuladamente. Obligado a mantener los ojos cerrados ,siente cómo las enfermeras se turnan para entregarle aquel procedimiento de urgencia sin que él pueda volver en sí. La voz de la doctora vuelve a escucharse en el hospital al aire libre.
-Este enfermo va a morir.
-Doctora, -dice entonces la enfermera más precoz. -¿Por qué no le da respiración boca a boca usted, que sabe más que nosotras? -A lo mejor se recupera.
La doctora se acerca al enfermo, se agacha hasta pegar su rostro al de él.
-El enfermo no puede abrir los ojos hasta que yo termine, -escucha él que dice ella , con una voz mucho más dócil. Después siente que aquel largo cabello rubio-rojizo que tanto ha mirado en clases cae sobre su rostro, precediendo un largo beso, húmedo, que le devuelve el aliento de la vida y le hace abrir los ojos, precipitadamente, para encontrarse con aquellas pupilas verdes que ya sabemos que recordará a medida que envejece. En torno de ambos, las enfermeras sonríen , pícaras y cómplices, hasta que un pelotazo extraviado se cuela al interior del quirófano y el enfermo siente cómo se acercan , nítidos, los trancos de uno de los jugadores que ha venido a recuperar el balón. El jugador, con el pelo revuelto y la transpiración corriendo por sus mejillas , mira el quirófano y ve a la doctora salvando la vida del enfermo, toma el balón y sale gritando hacia el fondo de la cancha , donde sus compañeros esperan la pelota .
-¡ Cabros, vengan; el cuatro ojos se está besando con la hija de la directora ¡
Pero la campana pone fin al recreo y se escucha la orden del capitán de uno de los equipos:
-¡ El que hace el último gol, gana ¡


2 respuestas a “AMORES QUE MATAN (3)”

  1. Rec: jajajajaj me reí mucho con el cuento, es lindo y es como estar ahí viendo a los niños, gracias por crear esos cuentos. Besos.

    Hola de cristobal

  2. Yaaa

    siempre el flacucho 4 ojos y de manos huesudas que debería dar lastima es el que sale mejor parado en todos los cuentos. Ahora besandose con la princesa. No estoy de acuerdo.

    Que pasa con los bien parecidos y atleticos?

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